El informático más puro tiene muchas probabilidades de convertirse en un hipocondríaco: en su mundo de colores, intangible, ideal y aséptico, es imposible que no se pueda solucionar un error con el único sufrimiento de echar un rato con un teclado y una pantalla.
No hay ningún médico que te arregle algo echando un rato de pensar y teclear, y, sobre todo, sin que te duela.





