Hay una línea muy sutil entre subjetivismo y relativismo, y sin embargo una diferencia abismal entre ambos.
El relativista no cree en nada especialmente más que en otra cosa. Piensa que todos tienen razón, con lo que nadie la tiene. Todo es relativo a cada uno, luego qué más da.
El subjetivista cree que todos tienen su propia verdad. Pero no da el paso de quitarle el valor a la suya propia. El que cada cual vea las cosas de una manera no debe afectar a cómo las veo yo. Vale, te respeto, pero pienso seguir usando mi propia escala de valores.
El subjetivista se adapta mejor al mundo complejo (y masificado) en el que vivimos hoy, aunque es una labor difícil mantenerse en su posición. El subjetivista está sometido a un constante esfuerzo por contrastar, evolucionar y mantener, en la medida de su coherencia, su forma de ver las cosas.
El relativista vive demasiado cerca de la inmoralidad: ¿qué moral puede existir si todas son iguales? El relativista se relaja, no se esfuerza, tiende a la indolencia. El problema (grave) del relativista se produce cuando la idea de que no existe ninguna moral, de que nada está bien ni está mal, se convierte en su atractor vital. Porque eso, ni más ni menos, se llama psicopatía.





