La regulación

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Hace unos días ha ocurrido un espantoso crimen en cuya cadena de causas está implicado un sistema informático. Indefectiblemente, los políticos, que son personas de una sensibilidad exquisita, no pudieron soportar durante mucho tiempo la magnitud de la barbarie, y no han tardado en expulsar la mierda hacia abajo, hacia los funcionaros encargados del sistema. A su vez, los sindicatos esparcieron lo que pudieron hacia más abajo. ¿Y qué encontraron? Nada más y nada menos que a nuestro conocido amigo “el fallo informático”, esa entelequia que no tiene responsabilidades, ni cara, ni entidad jurídica alguna, y a la que, de achacarle algo, ahí se queda. Es además inextricable, por lo que es inútil tratar de bajar más. Vamos, que como chivo expiatorio no tiene precio: un absorbemierda perfecto.

Sólo tiene un problema: que desprestigia a la informática. Pero vaya, que dado que ningún gobierno en los últimos 20 años ha hecho nada precisamente por dignificarla, pues se comprende que no les dé reparos. Además, como ahora no existe la informática, sino las TIC (que en un 99% son informática, pero eso no lo dicen), pues las TIC quedan limpias, que son el futuro y hay que invertir en ellas, oiga. Y por supuesto no están lideradas por informáticos, no vaya a ser que las limpias y relucientes TIC se mezclen con eso tan feo del “fallo informático”…

Los ingenieros informáticos, por supuesto, han pedido que se regule de una puñetera vez la profesión, como lo están todas las demás ingenierías, y que se dejen de la pamplina del dichoso “fallo” y asuman las responsabilidades que no han querido asumir durante las últimas dos décadas. Ya se oyen las protestas a esa petición, claro, porque, dicen, la regulación no va a eliminar los fallos informáticos.

Lo cual es completamente cierto.

De la misma forma, la regulación de los médicos no impide que se equivoquen, ni la de los arquitectos que se rompan las presas, etc, etc. Pero no sólo la regulación no lo impide, sino que no existe nada en este mundo que pueda impedirlo: los fallos de ingeniería existen y existirán porque la ingeniería no es una ciencia exacta, sino que trata con problemas de una complejidad excesiva para el conocimiento humano a través de una serie de simplificaciones. ¿O es que creíais que cuando un avión vuela el ingeniero que lo diseñó sabe con un 100% de certeza qué está pasando con él? En cuanto el régimen de funcionamiento del sistema se salga de las simplificaciones asumidas, la probabilidad de fallo se disparará.

Pero sin embargo, hay dos cosas que la regulación sí puede aportar:

-Un responsable. Olvídense del “fallo informático”, señores políticos, sindicatos (que a fin de cuentas hoy en día es lo mismo) y periodistas. Existirá alguien que haya firmado de su puño y letra que aquel sistema cumplía unas ciertas garantías. Tendrán al verdadero responsable civil de lo que pase claramente identificado. No más mierda en la cara de inocentes o entelequias.

-Una mejora en la calidad. Ya se cuidará quien firme de tener mucho cuidadito con lo que firma, no vaya a ser que luego tenga que irse una temporada a la cárcel. Si además quien firma ha recibido del Estado una formación convenientemente completa para hacer ese tipo de cosas, y lo ha demostrado, la calidad también será mayor.

He leído por ahí hace poco que las profesiones reguladas, además, gozan de mejor salud que el resto.

En fin, en cualquier caso, no se preocupen ustedes: el Gobierno, sin consultar a ningún ingeniero en informática, ha tomado finalmente cartas en el asunto y ya no hay nada más que decir (por lo menos hasta la siguiente vez que ocurra lo mismo): ha comprado un flamante sistema de alarma nuevo.

Vamos, han hecho el equivalente a “apágalo y vuélvelo a encender” del mundo del software. Pero no nos han dado las gracias por la idea, cachis.

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