Ideas para profesores de Universidad preocupados por la calidad docente

En esta noche de insomnio, posiblemente fruto de ese insomnio, pero también del conocimiento profundo y de primera mano sobre las barbaridades que yo mismo hice como alumno en su día (de las que me arrepiento), y de la convicción cada vez mayor de que no se le puede obligar a nadie a hacer lo que no le va a dar la gana hacer (de hecho suele obtenerse el efecto exactamente contrario), me ha dado por pensar en soluciones docentes innovadoras, y qué menos que compartirlas con las dos personas que suelen leer este blog (perdón, bitácora) a menudo.

En los tiempos que se avecinan, en que va a valorarse más o menos directamente (más más que menos) el “éxito” de una asignatura no por lo que los alumnos que quieran aprender realmente aprendan, sino por, entre otras exquisiteces, el número de aprobados y el número de presentados a examen, que como cualquiera puede intuir son estimadores fuertemente consistentes del “éxito”, se me ha ocurrido una manera de que los profesores a quienes aún les quedan ganas de conseguir que los alumnos que quieren aprender, aprendan, no se vengan abajo del todo y puedan salvaguardar algo de honestidad y coherencia. Así podrán quizás conservar el ánimo más o menos intacto para cuando sean mayores y no les sea permitido jubilarse, que es algo que les podría venir muy bien.

La solución es simple: se diseñarían dos itinerarios para cada asignatura, que paso a describir a continuación.

-El itinerario “A” (nótese como se le asigna la primera letra del alfabeto, como para darle un toque de distinción –en la letra-) consistiría en que, un poner, por asistir a clase o por trabajitos o examencitos muy sencillitos, o por debatir amigablemente, o todas esas cosas a la vez -pero qué exigente me estoy poniendo-, se garantice el aprobado. Y nada más que el aprobado, por supuesto, puesto que por esas cosas tan sencillas no se podría distinguir mayor detalle en el rango de notas. Si no se llegaran a cumplir estos requisitos, suspenso que te crió.

-El itinerario “B” consistiría en un examen final único e intensivo de todo el contenido de la asignatura, cuya preparación se vería facilitada (sólo la preparación, malpensados) por parte del profesor aportando el material necesario: bibliografía, ejercicios resueltos, tests de autoevaluacion, tutorías, y cuantos elementos pudieran ser útiles para superar tal examen, de manera exhaustiva y puntual desde el primer día de clase. Incluso con un planning de trabajo para el alumno, si se quiere “bolonizar” el asunto un pelín. Puesto que es probable que el itinerario “B” resulte bastante más exigente que el “A”, habría que aplicar un adecuado factor de corrección en la evaluación. Por ejemplo, quienes lo suspendieran estarían obviamente suspensos, pero quienes aprobaran el examen del itinerario “B” tendrían como mínimo notable; sobresaliente si sacaran notable; matrícula si sacaran sobresaliente y la normativa les dejara tener matrícula por no saturar el porcentaje de matrículas por curso que está permitido; y matrícula con caramelo de menta de regalo en caso de sacar ya de entrada matrícula y cumplirse el punto anterior.

Por supuesto, este plan sería flexible, transversal y dinamizador: en cualquier momento cualquier alumno (¡o alumna, so machista!) podría pasarse de un itinerario a otro con sólo indicarlo por escrito o con su firma electrónica en el ordenador portátil de última generación que el erario público habría puesto a su disposición (el primer día de clase tendrían que establecer por primera vez sus preferencias, claro). Es importante señalar esto: el asunto sería responsabilidad exclusiva del alumno, privando al profesor por todos los medios concebibles de la posibilidad de ejercer acción coercitiva alguna que pudiera cambiar estas decisiones. Se podría argumentar que pasarse al itinerario “B” desde el “A” supondría un hándicap cuando ya hubiera transcurrido una parte importante del curso, pero esta posibilidad debe verse como una ventaja que se les proporcionaría a los alumnos, no un inconveniente: podrían haber escogido el “B” desde el principio. Igualmente podrían abandonar el “B” hasta el último día de clase, inclusive, con sólo indicarlo: de nuevo sólo ventajas.

También habría que implantar el sistema con la debida protección a los datos personales de los alumnos, de manera que ninguno pudiera consultar en un tablón ni web ni documentos públicos (actas) la asociación de los susodichos a los itinerarios, para no crear así posibles traumas y comparaciones, que, como todo el mundo sabe, son odiosas.

Estoy bastante convencido de la situación resultante que generaría tal plan; en particular de qué alumnos optarían por el itinerario “A” y cuáles por el “B” (estadísticamente hablando), e incluso me atrevería a hacer una serie temporal aproximada. También estoy convencido de que los profesores con inquietud porque los alumnos deseosos de aprender, aprendan -recordemos que los alumnos universitarios son personas mayores de edad-, quedarían bastante satisfechos tanto por los resultados obtenidos como por la posibilidad de concentrar sus esfuerzos allí donde se necesitan (aunque esa parte del “éxito” de la asignatura no quedaría reflejada en estadísticas oficiales, probablemente). Y claro, los alumnos deseosos de aprobar con el mínimo esfuerzo también quedarían contentos, al menos durante lo que durara su paso por la Universidad (la vida real es otra cosa, pero ellos -personas mayores de edad, ¿lo había dicho ya?- ya hicieron su elección, y cualquier persona mayor de edad debe saber que toda elección tiene consecuencias que hay que asumir). Para terminar, los índices de calidad de la Universidad, basados en la nueva definición de “éxito” que se está imponiendo en los últimos años, subirían como la espuma, y las posibles futuras acreditaciones del profesor, para las que ya están pidiendo encuestas de alumnos y otros materiales parecidos de gran valor objetivo a la hora de evaluar su calidad docente, no podrían verse sino facilitadas.

Como además hay que fomentar el uso de soluciones abiertas en docencia e investigación universitarias (como la habitual valoración por publicaciones científicas que indexa una empresa privada), este plan tiene una licencia de Creative Commons, así que sólo queda que alguien se atreva a implantarlo y me cuente, porque esto de no verle ningún fallo a un plan siempre me ha dado muy mala espina…

Creative Commons License

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