Las patatas fritas con limón que ahora comercializa Lay’s y que mi santa considera una abominación gustativa fueron uno de los muchos inventos de un servidor, de chico, cuando, la boca hecha agua mientras comía pollo, se le pasó la mano con el cítrico amarillo y se le escurrió a la guarnición de patatas.
Aquéllas estaban más buenas y tenían menos porquerías, así que mi invento era mucho mejor que las Lay’s. Pero nadie me lo reconoce. Debido a ese rencor no mensurable (mis simpatías desde aquí para el Duende Verde y tantos otros precursores), de vez en cuando bosquejo un plan de exterminio total y absoluto de la humanidad (vulgo P.E.T.A.). Luego lo guardo en un cajón, porque en el fondo soy buena persona.





