El remedio definitivo para el calor

¡Los aparcamientos subterráneos!

Gozan de un clima constante y refrescante de 20 y pocos grados en verano, 20 como mucho en invierno. Ideales para sacar el coche a la calle y que se tueste mientras se aprovecha la plaza de garaje para montar la mesita plegable, las sillas de plástico, la tortilla de patatas y refrescos varios. Además, siempre hay lugar para una piscinita pequeña (donde caben dos, caben tres) a pesar de que ya no es necesaria dada la temperatura. Un par de lamparitas para aumentar un poco la iluminación y nada, a echarse una buena siesta protegido de verbenas y ruidos de vecinos (salvo los periódicos soniditos de los desagües, que sin embargo dan mucho juego a la imaginación).

Hombre, tiene sus pequeños inconvenientes, como la afluencia de monóxido de carbono al cerebro, el ruido de los coches al aparcar, la desconexión intermitente de móviles/wifi, y la difícil asimilación de vitamina D, pero para tiempos de crisis, nada como tener la residencia de verano en el sótano del edificio. Ya lo dijo aquel Cromagnon al gorrón del Neanderthal que quería ocupar su vivienda: “Como te metas en mi cueva te meto un puñetazo en la tabla del pecho que vas a echar un lapo como una manta” (dicho que se transmitió de generación en generación hasta llegar a nuestros días, con ligeras variantes).

P.D.: También sucede algo parecido con los rellanos.

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