De cuando aún no había ciudades, sólo cabañas de gente recién estrenada en la vida agrícola a la orilla de los ríos y muy asustada por las inundaciones y las tormentas que las acompañaban:
La inundación desenfrenada que nadie puede contener,
que estremece los cielos y hace temblar la tierra,
envuelve a la madre y al niño en un espantoso manto,
azota el verdor lujuriante de los cañaverales
y ahoga la cosecha en sazón.Las aguas crecidas, horribles para la mirada humana,
la inundación todopoderosa, que rebasa los terraplenes
y siega los vigorosos árboles-mesu,
la frenética tempestad, que arranca y arrastra todas las cosas
en estruendosa confusión.
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