Ninguno somos iguales

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Seguro que me repito (con la memoria que tengo y la manía de escribir un post diario, no hay duda de que si no lo he hecho ya, lo haré tarde o temprano), pero es que hay veces que veo unas cosas…

Tener como ideología la igualdad de las personas es bonito (porque así suena hoy en día: bonito; posiblemente en la época medieval provocaría carcajadas o directamente un hachazo), pero tiene un peligro evidente que las personas del siglo XXI, que nos consideramos más evolucionadas moralmente que las del medievo -en algunas cosas al menos-, podemos observar: la gente en su conjunto, es decir, todos los seres humanos, sólo somos iguales en nuestros asuntos “más bajos”. En el ámbito intelectual en particular, el único nivel que *todas* las personas del mundo somos capaces de superar es el mínimo. Es más, en cualquier población con un número normal de habitantes -digamos una ciudad, en donde la estadística nos daría cientos de miles o millones de ellos-, el único nivel intelectual que todos sus habitantes (sin excepción alguna) serán capaces de superar es ése: el mínimo. Cualquier nivel superior a ése siempre dejará a alguien fuera, discriminado.

Lo mismo digo de la capacidad como economista. O como ingeniero. O como frutero. O como lo que queráis poner aquí.

Es pura estadística, y no es ni malo ni bueno, sino sólo así. Yo estoy medio calvo, qué le vamos a hacer. No soy igual que alguien que no esté medio calvo, y exigir que todos los habitantes de España estuvieran medio calvos sería más idiotología que ideología.

Así que la única “ideología de la igualdad” con la que yo podría estar de acuerdo es en la igualdad de oportunidades de partida, porque sí es cierto que dependiendo de circunstancias externas o internas, no todos tenemos las mismas cartas cuando comenzamos el juego. Pero el único objetivo de que el Estado nos proporcione las mismas oportunidades de partida debería ser que luego cada cual desarrolle (a su antojo) sus propias capacidades, que seguro que son diferentes, y aporte a la sociedad en la medida de las mismas (no todos podemos ser buenos camareros, ni buenos astronautas).

Esto que digo no sólo es algo que los que suelen defender la igualdad en política no suelen tener en cuenta, sino que encima algunos lo tacharán de cosas muy feas (debe ser que lo que digo es tan largo de explicar… Buf, mejor meterse en la mollera algo más simple, por ejemplo que todos tenemos que ser iguales, en todo, siempre, y pa qué pensar más).

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