¿Puede haber algo mejor que levantarse por las mañanas con los nervios pegados a la lengua, el estómago revuelto del estrés y la lista de (innumerables) cosas aún por hacer pegando tumbos contra el cráneo? ¿Hay acaso algo mejor para saborear el desayuno que estar planificando -y temiendo a cómo van a salir- las tareas pendientes no sólo de hoy, sino de mañana, de la semana que viene y hasta a dos o tres meses vista?
Ah, deliciosos despertares en los que además debes agradecer no estar todavía peor. Que podrías.
[editado 11:33: El empeñarse en tener todas las tareas terminadas en 10 minutos no ayuda]





