En japonés, Muga es algo así como un estado que se alcanza cuando uno pierde las limitaciones del ego y se deja fluir, plenamente concentrado en el acto, en el presente. Es un estado más mundano que el nirvana budista, más práctico, finito y alcanzable. Se supone que permite a las personas alcanzar el grado de maestría, superior al de simple competencia.
En la labor docente pasa algo curioso, que me ha recordado al Muga japonés. Al principio, cuando eres novatillo y te pones en la tarima (que no deja de ser análoga a un escenario), no puedes deshacerte del ego, es decir, del yo-observador: la porción de ti mismo que está evaluando continuamente qué tal lo haces, como si te viera desde fuera. Es normal, puesto que tu inseguridad a la hora de realizar esa labor es bastante grande. En esa situación, el yo-observador requiere tanta energía tuya que a veces te desconcentra, te deja en blanco (le quita energía a tu acto, que es enseñar), y tienes que pararte tratando de recordar qué estabas realmente haciendo. Me imagino que es una sensación que hemos tenido todos los profesores, todos los actores, todos los políticos, en definitiva, todos los que se enfrentan a grandes cantidades de gente en público, alguna vez. Se pasa francamente mal, como se puede suponer.
Afortunadamente suele ser pasajero. Al adquirir experiencia le vas robando energía al yo-observador. Cuando te subes a la tarima una y otra vez te vas acercando cada vez más al Muga: destierras todo lo que no sea tu acto, que es enseñar, y enfocas completamente en él. De esta manera comienzas realmente a actuar, sin mirarte ni examinarte ni mucho menos juzgarte. Curiosamente, cuando alcanzas ese nivel estás más libre para mejorar; puedes modular mejor las ideas que tratas de transmitir y encontrar mejor el enlace entre tú y tus oyentes. En mi caso hicieron falta años para conseguir algo parecido, y aún así es raro que algún día que te encuentras más “flojo” no vuelva a aparecer el yo-observador a dar la tabarra…
Cuando aprendes a anular al yo-observador la sensación de libertad que eso da es indescriptible.





