Acabo de empezar la segunda temporada de Carnivàle. Empieza prometedora: polvo, suciedad, miseria en la América de después de la primera guerra mundial (y aún en los efectos del Crack del 29), y en medio los ejércitos del bien enfrentándose a los del mal encarnados en gentes normales y corrientes…
Lástima que no haya podido incrustarle los subtítulos en inglés para disfrutar de la versión original, pero es que no ha habido forma… todos los subtítulos que he conseguido están desfasados de manera proporcional (es decir, que no bastaba con desplazarlos, sino que había que escalarles el tiempo), así que me he tenido que conformar con la versión doblada, que aparte de perder bastante es difícil de seguir bien cuando tienes el aire acondicionado puesto a toda pastilla (¡qué frío ha hecho hoy!).
También lástima que me dicen que termina más bien regular por falta de presupuesto, pero bueno, por ahora a disfrutarla que mantiene el nivel 🙂
Al final de la neciamente llamada por el hombre “la guerra que pondrá fin a todas las guerras”, el Oscuro procuró eludir su destino. Vivir como un mortal. Huyó atravesando el océano hacia un imperio llamado América. Pero su mera presencia bastó para corromper el espíritu del país. El pueblo quedó silenciado por estúpidos que hablaban mucho pero no decían nada. Para ellos la depresión era cobardía. Y las virtudes, y la libertad, una obscenidad.
Dentro de ese territorio tenebroso el Profeta acechó a su enemigo, hasta que, debilitado por sus heridas, acudió a su heredero en la antigua línea de luz. Y así fue cómo el destino de la humanidad acabó cayendo sobre los trémulos hombros del más reacio de los salvadores.





