A veces me pregunto cómo resultaría tener un trabajo donde no existiera ni el más mínimo atisbo de estrés. ¿Cómo sería no estar los días antes de dar una clase, o participar en un evento, o empezar un viaje, sin nervios?
Quizás durante el acontecimiento estaría más dormido, no lo suficiente alerta como para hacerlo lo mejor posible… O quizás lo seguiría haciendo igual (de bien o de mal) que con estrés. Quizás si no tuviera estrés no sería la cosa tan interesante y acabaría con el cerebro hecho una acelga: algo como reescribir el mismo programa en Clipper una y otra vez día sí día también (como me tocó en cierta ocasión, ay), sin hacer nada diferente hasta la jubilación. Buf.
Una cosa buena sí que tendría no conocer el estrés: seguro que los días de antes los pasaría mucho mejor. Y serían más productivos (el estrés también mata la creatividad, qué cruz…). Porque el problema de los nervios no es lo mal que lo puedes pasar durante el acontecimiento que te los causa, sino especialmente cómo lo pasas antes; que te pones mu trabajoso, vaya 🙂





