Un trabajo creativo, algunas veces, es una lata. Para empezar, no se puede forzar: o tienes la chispa o no (sí, mientras tanto puedes estar trabajando en lugar de tocarte la barriga, pero no trabajando en algo creativo). Si te toca el día tonto, pues nada, o te buscas algo que hacer más o menos mecánico mientras te viene la inspiración o te pasas el día con un sentimiento de culpabilidad por no tener resultados bastante majete. Porque claro, sea tu trabajo creativo o no, se exige que produzcas.
Por otra parte, aunque es posible que los resultados que obtengas sean del agrado de la gente, e incluso aceptables para ti mismo (otro día hablaremos del nivel de autoexigencia ;P), nadie te quita que te miren por el rabillo del ojo por motivos ajenos al trabajo en sí. Sí, los típicos comentarios “es que yo echo muchas más horas que tú” o “tengo muchas menos vacaciones que tú”. Ninguno de estos tópicos es cierto (el trabajo creativo no se detiene cuando sales del trabajo, ni entiende de fines de semana ni fiestas de guardar, al contrario que otros), pero ya están implantados en la sociedad, y ya se sabe que es más difícil extirpar una creencia que que un político deje de mentir 🙂
Hay más inconvenientes que normalmente no se conocen. Por ejemplo, para hacer un trabajo creativo (ahora mismo estoy pensando en la investigación científica) hace falta dedicación en importantes dosis y a tiempo completo. Eso quiere decir tranquilidad, durante largos períodos de tiempo, para rumiar y madurar las ideas. Que me digan cómo se consigue eso si te están llegando interrupciones cada dos por tres y tienes que gestionar otras ocho mil cosas distintas a lo largo del día… Hacer algo creativo no es fácilmente compatible con reservarle un trocito de día…
En general es especialmente importante el aislamiento del mundanal ruido: no viene bien para la creatividad (que es un vicio solitario) el contacto con el ruido ambiente: las peticiones de los usuarios, los gustos de la gente, las necesidades que te imponen en el currículum… Todo eso te embota la cabeza bastante fácilmente, y es normal que de vez en cuando te encuentres haciendo algo sólo porque te imponen hacerlo, no porque salga de dentro, y eso, creativamente, es un suicidio porque seguramente te saldrá un churro (viene muy bien para otro tipo de trabajos, sin embargo).
Todo esto que digo no es una queja. Es bueno (creo) recordar de vez en cuando que ningún trabajo es siempre tan divertido y bonito como parece. Y que todos los trabajos son necesarios. Así que si envidiamos las pedazo vacaciones que se tiene que tomar Arturo Pérez Reverte, hagámonos escritores, que a nadie se le impide intentarlo, ¿no? 🙂





