Y mientras la nobleza y el clero crecían, crecía con ellos la exención fiscal, y trataba el Estado de recuperar lo que perdía exprimiendo con mayor fuerza la bolsa de los pecheros. Los más soportaban con estoicismo el sufrimiento; muchos huían, buscando otra oportunidad más allá del océano; otros, con más arrestos, se convertían en bandoleros, prestos a recuperar por la fuerza lo que se les quitaba, y otros muchos, en fin, languidecían entre la delincuencia y la mendicidad, convertidos en pícaros, arquetipos, junto a monjes e hidalgos, de una España decadente que la Historia parecía arrumbar en las márgenes de su río imparable.
[…]
Así, la corrupción y el nepotismo devoraban ahora lo que las guerras se habían llevado antes, y los impuestos y la deuda no dejaban de crecer. De poco sirvió que el Consejo de Castilla se pronunciara contra el excesivo crecimiento de los tributos, y recomendara reducir los gastos y los cargos innecesarios que entorpecían la Administración y lastraban sus presupuestos. […] Los consejeros del rey sólo se mostraron enérgicos a la hora de tomar decisiones que golpeaban a los más débiles de sus súbditos.Párrafos sobre el final del siglo XVI del libro Breve Historia de España I. Las Raíces (Luis E. Íñigo Fernández, 2010).
Las negritas son mías






Pingback: Todo esto ya ha sucedido antes