Cómo te moldea el conocimiento, a.k.a. quien sabe no habla, quien habla no sabe

Cuando uno sabe muy poco de algo, el panorama que contempla de ese tema es limpio, sencillo, sin huecos oscuros. Se cree uno dominador del asunto (lo es de lo poco que conoce) y eso le da confianza para explorar algo más.

Cuando uno ha aprendido ya suficientes cosas de un tema, se empiezan a formar estructuras: enlaces de similitud entre los conceptos, analogías que permiten ir más rápido porque condensan lo que ya se sabe en menos espacio. El problema es que las estructuras que sustentan todo dejan claramente en evidencia los huecos de lo que no se sabe, su situación -algunas veces en lugares verdaderamente comprometidos, que se le habían a uno olvidado- y sus dimensiones -muchas veces bastante mayores que las partes que uno sí conoce-. Así, cuanto más sabe uno, más es consciente de la imagen global y por tanto de lo que le falta por saber. Sólo puede volverse, por tanto, más humilde, sentirse más pequeño y más impotente, olvidando su atrevimiento original.

Ése es el motivo de que una de las señales más claras de que alguien sabe poco sea la cantidad de esfuerzo que dedica a hacer ver a otros todo lo que sabe y a alardear de lo confiado que está en sus conocimientos.

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