A medidados de Mayo, la FECYT, que como se puede observar en su web es una fundación dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, se gastó dinero público en reunir a 50 expertos internacionales (hoy en día le pegas una patada a una piedra y salen 100 expertos en una cosa y otra, así que no tiene demasiado mérito ser experto) para discutir cómo hacer que las publicaciones científicas sean de acceso abierto para todo hijo de vecino, cosa lógica pero que no termina de cuajar a pesar de que es tan fácil como publicar los artículos, por poner, en el blog de uno mismo.
Si me hubieran pagado a mí cincuenta veces menos de lo que se han gastado, o, preferiblemente, si me concedieran a cambio un año libre de toda preocupación que no sea la investigación para poder desarrollarla de una buena vez en paz, les hubiera dado la solución definitiva a su problema, incluso amablemente:
Basta con que en los currícula de los investigadores que son evaluados para conseguir una plaza o un incentivo tenga el mismo peso una publicación “open” que una tradicional, cosa que, por cierto, sería facilísima de llevar a cabo por los mismos políticos que fomentan un encuentro como éste.
Mientras que nuestras posibilidades de futuro profesional, decididas por estos políticos y sus asesores, pasen por publicar en las revistas tradicionales, pueden estar seguros de que todas nuestras horas de trabajo son tan valiosas (y difíciles de conseguir para nosotros) que no van a estar dedicadas a poner un texto en una edición abierta que no sirve prácticamente de nada en el currículum y que automáticamente invalida la posibilidad de publicarse en un medio tradicional.
Ah, claro, no me había dado cuenta: si hicieran lo que les propongo el pedazo de negocio editorial de las revistas tradicionales, para las que por cierto todos los científicos -revisores/autores- trabajan absolutamente gratis, se iría al garete. Y… ¿de dónde me creeré yo que viene el que sea en esas revistas tradicionales, revistas que son adquiridas y pagadas con dinero público por las bibliotecas universitarias de todo el mundo, donde nos exigen publicar a los investigadores los mismos políticos que gastan dinero en esta reunión de expertos?
Si es que tengo la cabeza medio ida ya.
He de aclarar, que luego la cosa se lía, que esta entrada no discute ni el prestigio ni la calidad que pueden tener esas revistas tradicionales frente a las “open”. Sólo trata de arrojar un poco de luz sobre la hipocresía y la forma de gastar dinero que tienen los que nos gobiernan, con el único fin de aparentar que hacen algo con su tiempo. Hasta le han puesto un nombre tan rimbombante como “Declaración de la Alhambra” a las conclusiones de esa reunión. Para que parezca algo.
Pero comprobad, comprobad, en el enlace de arriba, la increíble concretitud de esas conclusiones: de aquí a un par de semanas tenemos arreglado completamente el asunto, seguro.





