Hoy no voy a hablar de una película como si fuera una película: de sus actuaciones, su ritmo, bla bla bla. Porque lo que más me gusta de In the loop es que no se parece mucho a una película.
Con un guión que no deja respiro a la hilaridad del espectador (y mira que yo soy difícil para que una película me haga reír) y con actores que dan perfectamente la talla para lo que tienen que contar, consiguen hacer realidad uno de mis sueños recurrentes: dejar claro en qué consiste realmente la política de hoy.
Claro, la política real no es como en la película (es mucho peor porque tiene bien poca gracia).
Pero en lo fundamental de la política real de hoy: su arbitrariedad, su falta de ética y principios, su necesidad patológica de mentir (ni siquiera se paran ya a pensar para qué mienten), esta película da en el clavo. Y no, la vida real no es así, pero una película (una novela, una música) no pueden ser como la vida real si quieren retratar la vida real. Eso es una regla básica para cualquier contador de historias.
Así que, exagerando y pasándose tres pueblos, lo terminan consiguiendo. Debería proyectarse obligatoriamente en los primeros cursos de enseñanzas medias, y luego en todos los demás, para que los niños aprendan qué es lo que hay. Y también en las carreras universitarias y en cualquier enseñanza profesional, para que no se le olvide a nadie de qué pasta están hechos quienes toman las decisiones por nosotros.
(Pero no, no en la de ¡¿ciencias?! políticas. Los que se meten ahí merecen quedarse a dos velas para que no sepan que ya los vemos venir de lejos…)
Se me va la cabeza. La cosa es que no sabría decir si como película es buena o no, porque estaba pendiente de otras cosas, como está ya claro a estas alturas.
En fin, creo que no lo he dicho las suficientes veces: no os la perdáis si queréis saber verdaderamente cómo funcionan por dentro nuestros amados líderes… Os hará ver algunas cosas con meridiana claridad.
