Todo comenzó allá por los 70 del siglo pasado en el portal nº 20 de una calle de clase media-tirando-para-baja de Córdoba, en un primer piso de poco más de 60 m2 y poca claridad:

del que salía todas las mañanas y tardes para ir a un cole grande pero no de muchos medios:

que me preparó para dar el salto a la Universidad y llegar a Málaga a finales de los 80, donde hablaban distinto que en Córdoba, alojándome en régimen de habitación+cocina compartidas en una casa mata con patio en el que daba el solecito, la única que sobrevive de su calle a pesar de su actual inaccesibilidad:

pasando al año siguiente a un prosaico piso de estudiantes situado en una calle con nombre popular que no repetiré aquí:

donde transcurrieron mis (escasas) andanzas universitarias, las cuales rematé en una pensión a régimen completo de nombre que no hacía pensar precisamente en una pensión, sino en un negocio algo más turbio:

en la que di el salto a lo laboral, continuándolo brevemente en un estudio cerca de la playa, con el que inauguré mi preferencia por los minipisos de 30 m2 que en el futuro reinventaría cierta ministra:

tendencia que continué al ser generosamente becado por la Universidad con una cantidad de la que me sobraba al mes lo suficiente para comer y comprar un par de CDs de saldo (en aquella época no había P2P):

pero que aborté en cuanto pasé a un generoso sueldo de profesor contratado que me permitía comer y comprar un par de CDs de saldo al mes, para ascender en la escala social hasta… ¡un piso de poco más de 60 m2 en una calle/barrio de clase media-tirando-para-baja!:

Corrían por entonces los últimos años de la década de los 90, momento en que he de dejar esta frenética narración, que se acercaría a mi privilegiada situación actual en una calle de clase media 🙂





