Que haya escrito un post lleno de cantantes femeninas de los 80 peinadas a lo Mad Max (o como los ángeles de Charlie) y con hombreras de medio metro… bueno, no quiere decir que ése sea el tipo de música que yo oigo habitualmente, no se crean ustedes que soy un carca musical ni nada de eso. Lo que pasa es que uno tiene un pasado hiper-ecléctico que ha dejado huella. Algún día pondré aquí un vídeo de la música que hacían los monjes Iuto del Tíbet frotando cráneos (etapa new age) mezclado con uno de Battiato con coros de Jim Kerr (etapa inclasificable) más un bonito tema de Sisters of Mercy con gafas polarizadas de la época (revival temprano).
Eso sí, un poco comercial sí dice mi cuñá que soy, pero eso es porque ella tiene el cerebro podrido por una juventud saturada de grupos que no se conocen más allá de su ámbito familiar (del de los grupos, no del de mi cuñá; bueno, y también del de mi cuñá).
En fin, que en esta entrada pretendo volver al siglo XXI, y en espera de que Muse y/o Placebo saquen nuevo disco -y en espera también de comprobar si el último de U2 realmente sigue ahondando el pozo de decadencia creativa en que se metieron de cabeza con All that you can’t leave behind-, concluyo que tiene tela que después de escucharme quince canciones del último de Franz Ferdinand resulte que sólo tres me gusten… Que sí, que puede ser que yo tenga un gusto tan comercial que no llegue a apreciar en qué consisten las otras doce mezclas de notas elegidas con un algoritmo pseudoaleatorio y arreglos todavía más pseudoaleatorios, pero también tiene tela que tengas que pagar por quince para disfrutar tres. Y la primera, encima, no aporta nada a lo que ya han hecho esta gente, vamos, que gusta porque es una repetición de lo bueno, no porque se hayan roto la cabeza.
Y es la segunda vez que me pasa. Que el asunto Coldplay-Viva-la-Vida tardará en olvidarse…
Eso sí, hay que reconocerles a los chicos espasmódicos y enflequillados que su nuevo álbum se trata de alejar de lo que hicieron, al menos en su mayor parte: mucho más electrónico, menos guitarras minimalistas que lo soporten todo, pero también tan absurdo que uno no deja de pensar que no tenga algo que ver la necesidad de sacar un álbum en haber pergeñado tantos temas. O el exceso de estupefacientes, que cualquiera sabe.
Luego dicen que la gente no compra música. Con la de veces que los compradores nos quejamos de que tenemos que pagar por más de lo que disfrutamos luego, ya deberían haber hecho las compañías algo de caso y dejar de lado un poco el negocio del empaquetado estándar y rígido de una decena de temas, que hay otras posibilidades, hombre. Que si Coldplay sólo tenían la cabeza para sacar dos temas, pues que saquen dos. Y si Franz Ferdinand no dan ahora mismo para más de tres, pues oye, es un número bonito el tres.
En fin, como en realidad no es que esté muy cabreado, y además estos días estoy en plan zen por motivos de salud (se me cierran los ojos de hecho a estas horas), paro de reflexionar y dejo aquí dos de las canciones que me parecen buenas: Ulysses (la que no innova), y Live Alone (que es como debería haber estado el resto del álbum). La tercera, The Vaguest of Feelings, no está en youtube, pero es básicamente una extensión instrumental de una frase de la segunda: una mezcla de jean-michel jarre con toquecitos de tangerine dream; sí, como lo oís.
Que ustedes las disfruten, si eso.





