No, no voy a hablar del hombre como instrumento de Dios ni mucho menos, sino del siguiente paso en la evolución humana, ya ilustrado genialmente por Stanley Kubrick en su Odisea del Espacio: la especie homo que no es nada sin sus herramientas.

El homo instrumentum se clasifica en tres castas: el usuario, el ingeniero o profesional y el investigador.
El homo instrumentum usuario utiliza un sinfín de herramientas, pero no sabe cómo funcionan por dentro, ni cómo se arreglan, ni cómo se pueden adaptar, modificar, mejorar. Su objetivo es que le resuelvan algún problema sin tener que pensar en construirlas ni casi en manejarlas. La mayoría de (por no decir todos) los homo sapiens de hoy en día pertenecemos a esta casta en algún ámbito de nuestra vida: no sabemos cómo funciona la tele, y los que lo saben no saben cómo funciona el frigorífico, y los que lo saben no saben cómo funciona un tractor. Menos mi suegro, que sabe cómo funciona una tele, un frigorífico y un tractor, y si le dejas te lo arregla todo, todo y todo. Con suerte, el resto dependemos de herramientas distintas, y así, si hay algún problema con una, siempre hay otra persona que puede ayudarnos.
El homo instrumentum ingeniero (o profesional) conoce los intríngulis de ciertas herramientas: sabe a qué problemas pueden aplicarse, hasta cierto punto las puede adaptar y cambiar para conseguir mejores resultados. Normalmente es capaz de aplicarlas a problemas donde antes no se habían aplicado. Las personas de esta casta optimizan: tratan de conseguir los mejores resultados de herramientas existentes, y cuando hace falta construyen nuevas herramientas en base a las que hay. A esta casta pertenece menos gente (pues necesitan unos estudios específicos), y están más especializados que los usuarios: normalmente un usuario es usuario de más herramientas de las que un ingeniero es capaz de conocer bien. Es natural: es mucho más fácil usar sin comprender.
El homo instrumentum investigador es la casta encargada de inventar. No es su labor utilizar herramientas existentes si no es para romper algún límite que previamente tuvieran. Por supuesto, tiene que comprender con igual o mayor profundidad que un ingeniero las herramientas de su ámbito de investigación, pero el núcleo de su trabajo es crear nuevas herramientas, entender por tanto el mundo (la inmensa parte de él que aún no es una herramienta del hombre), para poder explorar qué nuevas invenciones pueden construirse para llegar un poco más allá de donde estamos. Evidentemente son muy pocos los que pertenecen a esta casta en proporción con las anteriores. Un investigador es tan usuario como cualquier otro, y podría utilizar herramientas de la manera que las usa un ingeniero, pero no es eso, obviamente, lo que le hace investigador. Igual que un ingeniero no tiene por qué comprender las herramientas que no sean de su ámbito, un investigador no tiene por qué utilizarlas de manera óptima.
Así que la próxima vez que vuestro primo ingeniero en informática os diga que no sabe cómo se usa un programa de ordenador concreto, ya sabéis por qué es; y cuando vuestro amigo que está sacándose el doctorado en ciencias de la computación os haga un programa para gestionar vuestra tienda de telefonía móvil que dé pena, ya sabéis por qué es.
El caso de Windows, en este esquema de las cosas, supone una singularidad que aún no he integrado del todo: cuando un usuario, ingeniero o investigador no sabe por qué demonios se cuelga Windows, hay que señalar que probablemente nadie de nuestra especie, ni siquiera los ingenieros (en el sentido de este post) que lo diseñaron, sepa por qué se cuelga 🙂





