¿Os habéis parado alguna vez a pensar cuántas personas tienen aptitudes artísticas en el mundo? (Sí, es una pregunta rara, pero tengo el día puñetero)
Yo soy optimista. Creo que podríamos hablar tranquilamente de un 25-50% del total, si no más. Eso hace una cuenta de 1.500.000.000 de artistas en todo el mundo, en el peor caso.
Vosotros diréis: se le ha ido (definitivamente) la olla. Obviamente no pueden ser tantas; serán un 1% del total, o un 1 por mil, o menos.
Yo insisto. ¿Quién no ha conocido a alguien que dibujaba muy bien? ¿O que escribía sus relatillos en la facultad? ¿O que cantaba, o programaba -sí, programaba-, o era un friki de la ciencia -sí, de la ciencia-? ¿O que hacía bonitos abalorios? ¿O que bailaba con un algo especial? ¿O que contaba unos chistes tan absurdos que hubiera debido triunfar en vez de Chiquito…? Contad, contad, y luego extrapolad sin miedo.
Lo que pasa es que la inmensa mayoría de los artistas andan sobreviviendo con poquísimas ventas si han tenido la fortuna de entrar en el mundo del espectáculo un poco, o sea, no son realmente populares salvo a nivel local; o bien viven de algún otro trabajo que les da las habichuelas (y entonces su parte artística, aunque la expongan, no puede desarrollarse del todo); o bien ni siquiera saben que tienen eso de “su parte artística” y ni se ponen a cultivarla.
En definitiva: que al final, conocidos conocidos, que vendan de verdad y puedan vivir bien de ello, que hayan sobrepasado el Umbral, con mayúsculas, es decir, artistas mundialmente populares, hay un puñao. En todos los ámbitos. No hay más que pasarse por cualquier librería o tienda de discos (si algún ser humano hay que se pase todavía por ese tipo de sitios), y ver la cantidad de obras editadas y las poquísimas que realmente se venden. Hace poco Amazon se ha dado cuenta de eso y ha echado por tierra la teoría de la larga cola aplicada a las ventas: no venden un pimiento de otra cosa que no sean unos pocos títulos.
Así que ahí está la explicación. Debido a motivos más allá de lo artístico (suerte en muchos casos, pero también talento para moverse por donde uno tiene que moverse y para gustar a quien uno tiene que gustar, y para escoger el momento adecuado o lo que le gusta a la gente en cada momento, y para muchas otras cosas), sólo unos pocos, poquísimos, llegan al nivel de popularidad que les permite vivir cómodamente de su arte.
Pero artistas hay muchos más. Y cuando se dice que no son tan “buenos” como los que han llegado arriba, pensad más bien en que no están “tan pulidos”, porque no han tenido oportunidad, porque nadie se ha dedicado a pulirles y uno solo está más bien limitado para pulirse a sí mismo como artista… Esto, como la riqueza, es un sistema con realimentación positiva: el que más tiene, dispone de más posibilidades de tener más.
Diréis entonces: ¿y por qué esta injusticia?
Ah, amigos, es que el mundo no entiende de justicia o injusticia; somos nosotros quienes etiquetamos así. El motivo de que sólo unos pocos lleguen arriba es simple, mecánico, casi cartesiano: las masas, las que hace que esos de arriba sean verdaderamente populares, no pueden (no podemos) conocer más que a unos pocos: no tenemos memoria para más. Y unos pocos sólo se pueden hacer muy populares si son los mismos para todos nosotros. Sería imposible recitar de memoria una lista de millones de artistas, ¿no?, e igualmente, si cada uno recitáramos los nuestros, y fueran distintos, no estaríamos hablando de personas extremadamente populares. Así que, casi casi por simple reducción al absurdo, es natural que sólo unos pocos triunfen. Otra cosa es que la decisión de quién llega a triunfar, si hay alguien que la pueda tomar, sea más o menos acertada.
Así que así son las cosas en nuestro planeta, y como diría Marvin Harris, en el fondo el único motivo de que así sean es que somos demasiados sobre tan poco espacio…
En fin. Para no amargarnos mucho pensando en todo el potencial artístico que la humanidad está desperdiciando debido a su masificación sobre el planeta (bonita paradoja), os dejo con un ser humano extraordinario en lo suyo, que sí llegó a la cima, y que además, tenía aptitudes de sobra. No siempre se da esa coincidencia.





