El programa de ayer día 1 de Callejeros más bien debía haberse llamado autopisteros. Eso de ver de seguido a tanta gente que vive entre el superlujo y que no dice “aquí está la vajilla, aquí la encimera de acero inoxidable”, sino “aquí la chaina, aquí el inox (o sea)”, es impagable y enriquecedor para el espíritu. En serio. Aprende uno mucho. Una de las pocas dudas que me quedaron es cómo puede ser que haya tal densidad de gente superrica que tenga el cerebro derretido; anduve un rato teorizando (que ya sabéis que me gusta un rato) sobre la psique humana y si tal efecto se debería a que habían nacido en el seno de familias con liquidez cerebral intrínseca, o si era un atributo adquirido con el roce continuo con el talonario. Obsérvese que la primera opción termina en el famoso punto sin retorno de “la gallina o el huevo”, porque alguien alguna vez tuvo que no ser rico antes de serlo (digo yo), y la segunda atrae nuevos engimas, dada la asepsia de la celulosa de un talonario.
En cualquier caso no terminó ahí mi gozo. El inefable Iker Jiménez en su indescriptible Cuarto Milenio (este hombre no se ha dado cuenta de que el homo sapiens lleva ya algo más de cuatro milenios en este planeta) terminó de entretenerme la noche. Inenarrable gastarse la pasta gansa en montar un decorado tipo abadía (con sus monjes escribanos y todo… ¿serían los guionistas, los carpinteros, los maquilladores del programa, hábilmente ocultos en capuchas marrones? Eché un rato tratando de verles el semblante, inútilmente), más efectos 3D de postproducción, para presentar durante media hora las profecías de San Malaquías sobre los papas y luego que todos tus invitados con la excepción de tu propia mujer se dediquen a echar por tierra sin piedad no sólo las supuestas profecías sino la misma cualidad santa del susodicho. Creo que el pobre Iker pudo decir “Buf” y “Gulp” mientras pasaba la palabra de uno a otro. Eso sí, aparentemente no se despeinó. Total, lo importante es el misterio, no que sea verdad o no.
Por eso gustan tanto las cadenas jóvenes (Cuatro y La Sexta), por los programas de humor que emiten. Deseo larga vida al del milenio equivocado, y que los de Callejeros reconozcan de una vez que van a tener muchísima más audiencia con Borja Jonathan que haciéndonos conscientes de la miseria de los homeless (que diría la que vendía yates de lujo en el puerto de Barcelona).
Por supuesto no me estoy olvidando de los informativos: esas irresistibles arengas de Iñaki, aderezadas con los debates políticos del canal de Intereconomía, ahora que tengo TDT…





