Los personajes lo son todo

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Ayer no me quedé del todo a gusto con la entrada sobre el final de Carnivàle. Dejarlo en una “pérdida de interés” respecto a la primera temporada era demasiado ambiguo, pero en ese momento no veía muy claro qué tenía ésta segunda que no conseguía el mismo nivel.

Ahora ya lo he visto.

Lo que le pasa a la segunda temporada, especialmente a los últimos episodios, es lo mismo que le pasa a muchas novelas que no consiguen alcanzar el nivel que una buena e interesante historia promete: que llega un momento en que los personajes se convierten en actores que siguen un guión que les preocupa más que ser ellos mismos, cuando en realidad debería suceder exactamente al contrario: los actores deberían interpretar el guión para llegar a ser más y más sus propios personajes.

Carnivàle, en su primera temporada, es fundamentalmente una historia de personajes: todos complejos, con sus oscuridades y claridades, pero cada uno con una mezcla particular y diferente de ellas. Todos con secretos y todos con formas de reaccionar propias. Sin embargo, en los últimos episodios de la segunda temporada, y seguramente debido a la necesidad de terminar la historia antes de la cuenta, el guión, la secuencia de hitos que los personajes debían alcanzar para poder enhebrar el final de la historia en pocos capítulos, cobró tanta importancia (apartarse de él significaba perder el hilo de los acontecimientos) que los personajes comenzaron a seguir a ciegas lo que les indicaban sin pensar que era más importante, que siempre, en cualquier historia, es más importante, ser ellos mismos que  cumplir esos hitos.

Hay varios momentos claros en los últimos capítulos en los que esto pasa (>>>SPOILER<<<): cuando Sansom deja a los del circo entrar en el carro del patrón (lo que hace que el personaje haga uso de su sentido común, propio de él, y de los posibles conocimientos que puede tener pero que los demás no tienen) pero luego al no ver a nadie dentro les pide que confíen en él de manera bastante desesperada y patética (lo que no tiene nada que ver con cómo es el personaje); o cuando todos están cabreados por lo del patrón (natural en todos esos personajes) pero cuando Jonesy les enseña su curación de repente todos se arrepienten y apoyan a un chaval por el que ninguno se ha preocupado nunca (ni los milagros deberían afectar tanto a esos personajes llenos de miserias ni alguien por el que no mostraron nunca interés debería provocarles ese efecto: más bien deberían seguir pensando en un engaño); o como cuando, casi al final, Sofie mata de improviso a Jonesy simplemente porque hay que mostrar que es la hija del diablo, siendo que su personaje ha estado toda la serie siéndolo sin mostrar tal comportamiento y además su personaje no tenía ninguna motivación especial para matarle.

En fin, el error de que el escritor considere de repente más importante que sus personajes pasen por una serie de hitos que el que sean ellos mismos, el no poder conciliar ambas cosas, es quizás lo que hace perder más sustancia a una historia. A veces es difícil de evitar (por ejemplo en esta serie, por falta de presupuesto), pero si hace falta dejar a un personaje que siga su vida y ver cómo él mismo retoma la historia siendo coherente con lo que es, es necesario hacerlo. De lo contrario ya no tenemos una historia de ficción, sino una narración de acontecimientos, que es distinto.

Y si no se puede lograr que los personajes sean personajes porque entonces la historia queda descompensada, entonces mejor dejar de lado esa historia.

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