Al cabo del tiempo uno aprende que la mayoría de los disgustos y enfados son malentendidos, tonterías que se van acumulando (algunas veces no hace falta) hasta que explotamos y de repente se convierten en verdaderos dramas, algunas veces insalvables, y se nos olvida que fueron idioteces, casi siempre niñerías, que no habrían tenido la más mínima importancia si nos hubieran pillado de buen humor. El problema es que comprender eso hace que veas las cosas de otra forma pero normalmente no elimina esos disgustos y malentendidos, y las personas se ven enfadadas, irritadas, dolidas, molestas una y otra vez por las mismas tonterías sabiendo que son tonterías pero sin querer saberlo en realidad. Quizás es que somos una especie hostil, cruel, que necesita la guerra con todo lo que le rodea, o quizás es que somos imperfectos porque la razón no alcanza a las capas más hondas del cerebro, las que pusieron allí los primeros mamíferos.
Puede que haya un tercer nivel de consciencia aparte del primero (no darse cuenta de las cosas, como los niños) y el segundo (darse cuenta racionalmente pero no hacer lo suficiente para evitarlo, como la mayoría de los adultos). Puede que en el tercer nivel podamos aceptar que somos una especie muy limitada, de manera profunda. No sé si eso arreglaría los problemas (lo mismo los problemas son necesarios para que podamos aprender otras cosas y no sería bueno eliminarlos), pero al menos reduciría un poco más nuestro ego, que nunca viene mal.





