
Los que trabajamos aquí, además, nos encendemos las cerillas en la mejilla, aguantamos sin dejar que asome una lágrima los cambios de más menos veinte grados que hay entre el hall y el interior (que es abierto y en invierno llueve, además), y no hemos hecho un simulacro ni ensayo de evacuación ante incendios desde hace más de quince años (porque antes no existía el edificio, que si no tampoco los habríamos hecho antes).





