El único remedio a no tener una torta en lo alto del tamaño de Oklahoma cada vez que se vuelve de un festivo y se tiene uno que poner con alguna de mil cosas odiosas es… no tener festivos.
(La otra opción, estar siempre de festivo, no termina de salir en los boletos de la lotería del común de los mortales, como asegura el corolario nº 210 del mundo laboral moderno).





