[…] Nadie era poco agraciado; no se permitía que nadie fuera feo; nadie podía ser muy diferente de los demás. En el colegio, los alumnos tontos sacaban las mismas notas que los listos, de modo que los archiveros educativos hacían unas pequeñas marcas secretas en las fichas, por si se daba la circunstancia de que alguien importante necesitaba una referencia verídica. […]





