El currículum de un investigador universitario: ¿una contradicción en términos?

Hoy en día hace falta continuamente que te califiquen, es decir, que te reduzcan a un número (o a unos pocos) para poder compararte con otros. Esto no ha sido siempre así. En la historia de la humanidad esta necesidad ha ido creciendo exponencialmente: el que hoy haga falta para casi todo es principalmente porque somos muchísimos para conseguir pocas cosas (tan diversas como un puesto de trabajo, metas personales, popularidad, acceso a préstamos o seguros médicos, etc.).

El problema de esto de cuantificar aptitudes, actitudes, capacidades, en fin, el problema de reducir a un grado de bondad alguna actividad humana es que hay muy poquitos campos humanos donde realmente pueda definirse de manera justa, es decir, objetiva e imparcialmente, esta cuantificación.

Es relativamente fácil saber si un corredor olímpico ha batido una marca o no (es fácil por tanto cuantificar y luego ordenar a los participantes según ese desempeño). Es inmediato saber cuántas canastas encestó un equipo en un partido de baloncesto, y por tanto calificarlos y ordenarlos (obviando las subjetividades del árbitro). También es fácil saber cuántas soldaduras hace un soldador al día. Es decir, cuando el ser humano se parece más a una máquina es posible encontrar una medida objetiva de sus actividades. Pero, por ejemplo… ¿cómo calificas la bondad de un profesor universitario que hace investigación, de manera objetiva y global?

Los baremos que se usan hoy en día siempre incluyen el haber publicado muchos artículos científicos. ¿Pero esto hace que seas mejor investigador? ¿Y si no los hiciste sólo tú -como es habitual-? ¿Y si llevas toda tu vida persiguiendo una línea que no ha dado aún frutos pero eres un magnífico investigador, incluso mejor que otros? ¿Y si sólo has publicado dos artículos pero forman la base de una teoría especialmente importante? ¿Y cómo mides si un artículo determinado es bueno? ¿Por la revista en que se publica -tal y como se hace ahora-? Pero las revistas las llevan editoriales privadas, sus rankings no miden bien lo que dicen que miden, y la revisión de los artículos -que se hace de gratis y daría de por sí para hablar muchísimo- depende del tiempo, ganas y afinidad con el tema que tenga el revisor (lo cual no se asegura nunca). ¿Y por qué se valora más un artículo publicado en esas revistas que no uno publicado en Internet, a la vista de todos? Ahora mismo la excusa es que el segundo no ha “sufrido” la revisión por pares, pero… ¿y si a pesar de no haberla sufrido es realmente mejor, sea lo que sea que eso de “mejor” signifique?

Últimamente se está poniendo cada vez más de moda contabilizar también las patentes para el currículum de un investigador. ¿De qué manera objetiva refleja una patente que eres mejor investigador que otro que no la tenga? Para empezar (esto es experiencia personal y quizás sólo aplicable a mi campo), las patentes no suelen dar lugar a demasiados resultados de investigación -artículos- porque presentan desarrollos prácticos a partir del uso de herramientas ya existentes, es decir, suelen excluir investigación fundamental, y están por tanto más relacionadas con las ventajas comerciales que necesiten las empresas que con la investigación (de hecho los departamentos de investigación de algunas empresas son básicamente departamentos de desarrollo de patentes). ¿Y si mi desarrollo como investigador produce software, que en Europa no es patentable? ¿Y si es una nueva hipótesis de física teórica? ¿Y si me alío con una empresa para investigar y ésta me exige un número dado de patentes por unidad de tiempo y simplemente no las encuentro? ¿Y si produzco algo patentable pero no aporto lo más mínimo al conocimiento científico-técnico existente? ¿Y si encuentro yo solito algo patentable que ya ha sido patentado y por tanto no puedo patentar; por qué soy entonces peor investigador que otro?

También te contabilizan las estancias en el extranjero. No es que yo haya sido precisamente un fiera en esto, pero hice la correspondiente, y bastante lejos de España, por cierto, y en un lugar de prestigio (no, no es el de la foto)… ¿Y? ¿Me convirtió eso en un mejor investigador? En mi caso, así creo que fue, pero por el acceso que tenían allí en aquella época a Internet, lo que me permitió descargarme treinta artículos que necesitaba en una tarde en lugar de estar aquí en España tres meses para encontrarlos hojeando revistas en papel. No fue por la estancia en sí. Vi una forma de trabajar distinta, sí (y otras cosas que no me gustaron nada), y evidentemente de todo se puede sacar una lección, pero… ¿cómo calificas, le asignas un número, a eso? ¿Por la longitud de la estancia? ¿Por el ranking de la Universidad de destino? ¿Y qué ranking? Por otra parte, la mayoría de las estancias que conozco que han hecho otras personas no han dado más frutos que, como mucho, algún articulillo científico, y luego la relación se suele terminar; la ciencia/técnica actuales, a nivel investigador (y siempre restringiéndome a mi área, aunque no me huelo nada demasiado diferente en otras), suelen estar basadas en grupos bastante aislados entre sí. Vale, comunicados por revistas y congresos e Internet, pero las colaboraciones estrechas y duraderas, como si fueras miembro de un grupo más grande, son escasas. Además de todo esto: ¿y si has dedicado tu estancia a hacer visitas culturales? ¿Quién vigila eso? Lo que te miden para el currículum es la longitud temporal de la misma… ¿Y si obtienes buenos resultados en tres meses pero otro, que está menos capacitado que tú, necesita un año para lo mismo? ¿Por qué la suya cuenta más?

¿Y los premios? No, mejor no hablaré de los premios… (por motivos ajenos a la investigación siento cierta aversión hacia los premios). Bueno, sólo diré que los premios son, exactamente, el resultado de mezclar un número finito y normalmente pequeño de cuantificaciones que hacen una serie de gente que tiene sus filias y fobias personales, como todo el mundo ;P

¿Y la participación en la organización de congresos? Tampoco diré mucho aquí porque el tema de los congresos daría casi tanto para hablar como el de la revisión de artículos. Simplemente, creo que es bastante evidente que el organizar un congreso es algo en todo caso valorable para quien se dedique a organizar eventos (no sé, alguien que haya estudiado turismo, por ejemplo), pero no para un investigador científico.

Y para terminar: la dirección de proyectos de investigación. Lo pongo aquí porque pasa algo pelín parecido con lo de organizar congresos. Para empezar, dirigir un proyecto no está en tus manos: necesitas disponer de personal en tu grupo que pueda asociarse al mismo (porque no esté asociado ya a otros), lo cual no siempre se da, aparte de que te lo aprueben con criterios, de nuevo, discutibles. Pero asumiendo que dirijas proyectos, éstos tienen una cosa positiva: te permiten guiar y ver crecer a futuros investigadores, lo cual, humanamente, no tiene precio. Lo malo es que… ¿cómo medir lo que eso te hace crecer como investigador? ¿Por el número de tesis que diriges? ¿Y si esas tesis no tienen tanta calidad como otras de otros proyectos que han leído menos tesis? ¿Y si el tema de investigación que escoges se agota en una tesis, aunque valga por diez? ¿Lo mides entonces por el número de proyectos, como ahora se hace? ¿Y si has guiado a todos tus doctorandos pésimamente pero has llevado un montón de proyectos? Para más inri, aparte de esta labor de guía de doctorandos, el resto es puro papeleo y burocracia del que cualquier investigador preferirá no hablar mucho.

En fin, quizás yo es que soy muy bestia (que lo soy). Pero estos baremos, estas cuantificaciones de actividades humanas complejas y creativas, no pueden ser objetivas, por mucho que nos empeñemos, y por tanto, acaban siendo injustas para alguien.

Antes de terminar hay una cosa que quiero dejar clara para que no se me malinterprete: no soy un relativista, ni abogo por el relativismo. Yo tengo muy claro qué de bueno y qué de malo tengo como investigador, y lo que yo creo que un investigador debería ser, y además creo que incluso podría tener una idea de la medida que yo le daría a cada uno, pero sería mi baremo subjetivo, basado en mi experiencia personal. ¿Por qué sería mejor o peor que el de otro? Yo lo aplico para llevarme impresiones personales, guiarme y aprender de mis errores, y punto pelota. No se me ocurriría imponérselo a nadie (aunque a veces me entren ganas :)). ¿Por qué puede un comité determinado imponer un baremo (incluso aunque yo esté de acuerdo con él)? ¿Es que son los únicos con acceso al olimpo de la objetividad, vedado para el resto de los investigadores que estamos aquí abajito?

Finalmente comentaré lo peor de todo esto, que no lo he dicho hasta ahora. He comentado estos baremos, que más o menos como los describo son los que intervienen con un peso más que grande para optar a puestos en la Universidad (ya hablaremos de la docencia en otro momento, que es un tema más delicado). Ya para empezar, por todo lo que he dicho, habría mucho que dudar al respecto de los mismos, al menos desde un punto de vista científico.

Pero lo que me parece más injusto es que a cada año que pasa se endurecen y endurecen y endurecen… Los investigadores que ahora quieran optar al mismo puesto que tengo yo tienen que tener del orden del triple de currículum que yo tenía cuando opté. No sé si son mejores investigadores que yo o no (a algunos los he guiado yo y sí podría atreverme a decirlo claramente desde mi opinión subjetiva), pero sí sé que no es desde luego nada justo que se les exija lo que a mí no se me exigió, lo que tampoco se les exigió a los que vinieron antes que yo -que por lo que me comentan, hace décadas era aún menos de lo que se me exigió a mí-, por el único motivo (al menos el único que puedo llegar a comprender) de que…

…somos demasiados. No hay sitio para más gente. Aunque sean mejores que los que ya estamos.

Facebooktwitterredditlinkedintumblrmail