Todos hemos oído alguna vez alguna historia que de una forma u otra se parece a ésta: un recién titulado, pongamos en una ingeniería, por ejemplo agrónomos, en su primer trabajo se encuentra con el agricultor que lleva toda su vida en el campo, y cuando el recién titulado trata de hacer algo el agricultor le demuestra que toda su experiencia vale más que lo que el titulado sabe, y le deja en ridículo (porque no sabe cuándo plantar las patatas o cualquier cosa por el estilo).
Muy típico español: ridiculizar a quien (teóricamente) está más preparado que tú. O ridiculizar al que “socialmente” ha escalado más que tú. En fin. Cosas del país.
A mí me preocupa bastante esta idea popular tan extendida en España de la titulitis: que los titulados (especialmente los superiores) son simplemente unos niñatos que no tienen ni idea de la vida real y que, por supuesto, se lo tienen muy creído con su título. Seguramente algunos titulados serán así, realmente se lo tendrán muy creído, pero no creo que sean muchos, la verdad. Bastantes palos te dan en los estudios como para eso. En otros países, que nuestra idiosincrasia permita siquiera que no se respete a quien tiene unos estudios sonará hasta escandaloso, pero aquí es natural y todos vivimos con ello. Y eso a pesar de que toda la gente quiere ser titulada y estudiar en la Universidad (el primero que mandará a sus niños a la Uni será el agricultor del ejemplo). Ya digo. Somos así.
Pero a lo que iba. Lo que realmente quería aportar en esta entrada es que la historia inicial del “enfrentamiento” titulado/no-titulado en una misma labor es completamente cierta (no es merecedora de ridiculización, como trataré de explicar ahora, pero cierta sí creo que es). Os aseguro que cualquier recién titulado que sale de la Universidad -y de cualquier estudio, para el caso es igual-, cuando lo pongas por primera vez delante de un trabajo concreto junto con alguien no titulado que tenga mucha más experiencia en ese mismo trabajo, llevará todas las de perder. Y estoy de acuerdo, por tanto, en que en esos casos lo mejor que puede hacer el titulado es tener humildad y aprender lo que le falte.
Pero fijaos en un detalle que se suele obviar: si sacáis al agricultor de su problema concreto de plantar la patata, ése en el que lleva trabajando décadas, y le preguntáis cómo podría optimizar una gran y diversa plantación de hortalizas, dependiendo de la latitud/longitud en la que esté, para obtener un rendimiento determinado con el mínimo coste en recursos naturales y productos… ¿creéis entonces que el agricultor estará a la altura? Yo afirmo que no, mientras que el titulado sí tendrá la capacidad de, al menos, ponerse a la tarea. Os pongo otro ejemplo: ¿creéis realmente que cuando pongáis a un recién titulado en ingeniería informática a diseñar y analizar un gran sistema de información lo va a hacer peor que un no titulado que lleve treinta años programando en JAVA? Pues no: lo va hacer, casi con toda seguridad, mejor. También es cierto que mucho mejor lo hará veinte años después (si sigue trabajando en lo mismo), claro, pero de primeras tendrá las herramientas y capacidades necesarias para abordar con éxito el problema.
¿Y sabéis por qué? Es decir, ¿sabéis cuál es la diferencia entre un titulado y uno que no, y por qué merece la pena que cada cual ocupe su propio puesto sin ridiculizar al otro?
Pues la diferencia es que el titulado ha tenido que estudiar DE TODO lo relativo a su título. Cosas que le gustaban y cosas que no. Cosas feas y cosas bonitas. Cosas difíciles y cosas fáciles. Y las ha ejercitado todas (no durante veinte años, pero sí hasta un nivel aceptable de conocimiento para poder luego, si quiere, dedicarle a unas pocas de ellas veinte años de su vida).
Sin embargo, el no titulado que ejerza una profesión o trabajo habrá tenido que aprender sólo lo que haya necesitado, y si ha podido, sólo lo que le gustaba. En eso será un hacha. En todo lo demás, más bien estará tan verde como un niño de primaria. O peor.
Esto no es una ridiculización de los no titulados, ni un alegato clasista. Es absurdo pensar esto último cuando todos sabemos que vivimos en una sociedad de especialistas: cada cual tiene un puesto muy concreto y ninguno sabemos mucho del trabajo que realiza el vecino. Los Leonardos en esta época no existen. Por eso se ha producido el progreso exponencial en nuestra tecnología y calidad de vida desde el neolítico, no es para tomárselo a broma ni para pensar que es una ideología política ni nada que se le parezca. Si todos tuviéramos que saber de todo, ese “todo” tendría que ser muy pequeño, y todos sabríamos, por tanto, muy poco.
Así que esto que digo es simplemente un argumento para que todos los titulados tengan la humildad de aprender de la experiencia de otros en trabajos concretos, sean esos otros titulados o no, y para que todos los no titulados tengan también la humildad de reconocer que los titulados han empleado un esfuerzo en aprender cosas que ellos no, y para animar a que cada cual ocupe su puesto, aquél donde genere más beneficio para la sociedad tan compleja en que nos movemos. Todos hacemos falta. Y todos deberíamos admirar los conocimientos de los demás, ésos que no tenemos.
Claro, que pedir que esto se comprenda en España es un poco utópico (yo no he podido resumirlo en menos de 1000 palabras, y hoy en día todo lo que no sea un slogan simplón y estúpido de una frase como que no entra…).
Pero bueno, no está de más intentarlo de vez en cuando. Además, he puesto arriba un dibujo para hacerlo más ameno 🙂





