Yo no sé si será realmente cierto lo que afirma un estudio del que se han hecho eco la mayoría de los periódicos de tirada nacional hoy: que los profesores piensan que los alumnos de ahora son peores que los de antes (véase aquí, aquí, aquí, aquí…). Para empezar creo que se refiere a enseñanzas primaria y media, y no es mi ámbito, y para terminar la estadística la carga el diablo :-). Como además cada año que pasa tengo menos cosas de las que estar seguro (será la edad), pues…
Sin embargo, y respecto a la docencia que me incumbe, sí tengo claro que algunos tópicos o ideologías que se pretenden dar por supuestas no son ciertos, y me da coraje eso, que se den por supuestos, porque de hecho pienso que en ocasiones lo cierto es precisamente lo contrario. Quitando el de que los alumnos universitarios vienen cada vez peor preparados de las enseñanzas primaria y media (que creo que es así pero se debería arreglar antes de llegar a la Universidad), los mitos universitarios más relevantes son, a saber:
- El profesor tiene que motivar al alumno. Perdone usted, pero esto no es el colegio: un alumno universitario es una persona mayor de edad que ha elegido por su propia voluntad (espero) el hacer una carrera, porque (imagino) espera obtener un beneficio en forma de conocimientos o, como mínimo, un título que garantice que ha recibido y demostrado esos conocimientos ante alguien alguna vez. Hay muchas personas de esa edad que no están estudiando en la Universidad, de hecho. No se me ocurriría irme a una obra y decirle al albañil que no pone bien los ladrillos porque no le motivan.
- Una carrera tiene que servir para conseguir trabajo / las asignaturas deben estar orientadas a lo que van a pedir luego las empresas / otras variantes del mismo mito. Para empezar, eso no es posible en la práctica: no se puede reestructurar una carrera de varios años, es decir, sus planes de estudio completos, para que siga de manera continua las evoluciones del mercado (de un país concreto, para más inri, porque distintos países tienen distintas necesidades laborales; no hablemos ya de regiones o provincias). Para terminar, si eso fuera una ley general no existirían carreras como Filosofía ni muchas de humanidades, con sus amplísimas posibilidades laborales, y sin embargo todos estamos de acuerdo en que el conocimiento humano específico y de alto nivel es necesario para un país. En fin, digamos que todo este tema es, como mínimo, discutible, y desde luego no es una verdad absoluta como a veces parece.
- El aprendizaje debe adaptarse a las características de cada alumno. Con esta afirmación estoy completamente de acuerdo. Pero lo que no puede pretenderse es eso Y AL MISMO TIEMPO que todos los alumnos tengan un título en el mismo número de años y que ese número de años sea 5 (con Bolonia menos) y que en esos años se impartan temarios de la profundidad y amplitud de los actuales. O una cosa o las otras. Puedo dedicar más tiempo a un alumno que lo necesite y dejar que aprenda a su ritmo (lo que sería ideal) pero no puedo entonces pretender que termine los estudios en el mismo tiempo que otro que vaya a curso por año. Eso es una imposibilidad física, por mucho que los políticos y pedagogos deseen otra cosa. Claro, si lo que pretendemos es impartir mucho menos conocimiento, entonces sí podría ser, lo mismo repartiendo el aprendizaje a lo largo de la vida, muy bonito todo, pero entonces… ¿cuándo llegaría un alumno a estar preparado por completo? ¿Con qué edad?
- Debe fomentarse la igualdad en la Universidad. (Esto también se dice mucho en otros ámbitos). Pues no estoy de acuerdo con el sentido que se le da a esa frase habitualmente. Todos deben tener las mismas oportunidades (por tanto sin hacer diferencias relativas a asuntos fuera del ámbito del conocimiento, como el sexo u origen), eso sí. A todos se les debe exigir lo mismo para conseguir que se les reconozca su título, sí, también. Para todos debe el profesor estar disponible durante el aprendizaje, sin hacer privilegios, por supuesto que sí. Pero ojo, todo eso no significa que todos los alumnos sean iguales, que no lo son (y no pasa nada). Cada cual tiene sus capacidades, sus gustos y sus motivaciones, y cada cual rinde por tanto de una manera u otra. Es un error rebajar las exigencias para conseguir que todos obtengan su título en tiempos parecidos a pesar de sus diferencias, porque eso no fomenta la igualdad: eso rebaja las exigencias, lo que genera malos titulados y destroza la calidad de los mismos (y por tanto acaba afectando al país). En mi opinión, rebajar exigencia iguala al final, pero donde hay que igualar es al principio, cuando se dan oportunidades a la gente. Luego que cada uno las aproveche lo que pueda (y quiera).
- Los profesores están todo el día a la bartola (cuando están). Hablaré sólo por mí: he pasado por casi todas las figuras docentes y pre-docentes hasta la titularidad (la más alta que hay antes de catedrático). Y cada cual me ha exigido más tiempo y energías que la anterior. Los profesores universitarios no sólo dan clases, más quisiéramos. La cantidad de cosas diferentes por hacer y la impredictibilidad de éstas (en duración, en comienzo, en fecha de fin) lo hace una profesión muy exigente, mucho más de lo que parece, y bastante estresante. Y casi todo lo que uno hace son labores creativas. Añádasele a éstas el trato con el público y se comprenderá que a veces se hace realmente duro llevar todo eso adelante si realmente se lo toma uno en serio.
Todo esto lo dejo dicho siendo plenamente consciente de todos los defectos (que son muchos) que sí tiene la Universidad.
Y de los que apenas se habla.





