Sí, lo sé, no hay perdón de Dios. Empezar un blog cuando lo que hace la gente es cerrarlos, cuando los blogs ya se empiezan a considerar antigüedades, cada vez sobreviven menos y las visitas descienden que es una alegría, cuando la web 2.0 necesita un incremento de versión como el comer, es una locura.
Pero tenía muchas ganas de empezar uno. Desde hace tiempo. Para tener un lugar donde apuntar las ideas que resbalan por mi memoria de pez, apuntar enlaces a cosas que veo interesantes y que terminan perdiéndoseme, poner algún fragmento de las cosas que voy pergeñando, y por qué no, clamar en el desierto ante lo que me irrita (y no comerle la oreja sólo a los de siempre ;P).
Entre unas cosas y otras, unos experimentos y otros, no había encontrado el momento para hacer esto. Pero así es más bonito: ponerse al lío porque le da a uno la picá una mañana, y tenerlo listo por la tarde después de un atracón de “tuneasión” de un tema molón. Y luego, lo que dure.
Evidentemente este blog sólo se rige por la libertad más absoluta. Ni idea del calibre de las tonterías que puedo llegar a soltar en él… Advertitus quedam 🙂





